jueves, 16 de octubre de 2008

PARA CONCLUIR...


“Los que de veras buscan a Dios, dentro de los santuarios, se ahogan”. Proverbio árabe


La humanidad está al borde de su propia destrucción, destrucción de la que somos directamente responsables, pues padecemos de un egoísmo que parece ser ya un mal congénito. Hoy en día occidente y oriente medio trazan una relación bastante tensa, que quizás no sea exactamente por religión, sino porque, a través de los años, no hemos dado cabida a un punto medio de entendimiento, ya que nos vemos inmensamente divergentes y la religión, bien sea excusa o causante, se ha vuelto el motivo perfecto para amenazar o sentirnos amenazados.


Por eso cuando nos damos cuenta que Dios parece ser más un legitimador político y un comandante de guerras que un guía espiritual, muchas veces se vuelve recurrente en nosotros preguntarnos, si fue Dios quien creo al hombre o el hombre creó a Dios, y por eso llenamos nuestras cuidades de monumentos y esculturas que nos recuerden y reafirmen nuestra creacion.

Por mi parte, en mi concepción de católica, pero más aún, influenciada por la inmensa necesidad de sentir, que a pesar de mi libre albedrío, de que soy responsable de mi vida y mis actos, de mi presente y mi futuro, hay algo o alguien superior a mí, que tiene más poder y control que yo. Creo que Dios, o como quiera que en las otras culturas le llamen, fue primero que el hombre, pero el hombre creó instituciones, estableció religiones con reglas y mandatos precisos que cubrieran a una inmensa cantidad de gente, para así controlarla y ponerla bajo un mismo poder. El hombre paganizo a Dios en vez de sacralizarlo, todo para logar sus más bajos intereses.

A lo largo del tiempo, se ha visto cómo en las religiones monoteístas ha imperado el creer en todo y no preguntar, el sumergirse profundamente en la fe, así nos ahogue sin darnos cuenta.


En la actualidad el hombre está más encaminado a la exclusión de individuos con los que no posee alguna filiación política, religiosa o parentesco consanguíneo, una actitud social propia de un grupo primitivo. La formación que recibimos y las enseñanzas sociales a las que estamos expuestos nos hacen “victimas de una pasión nacionalista”[2], en la que nuestro “orgullo patrio” y el arraigamiento a nuestras tradiciones se traduce en violenta rivalidad con nuestros vecinos, que no es más que un patriotismo fanático[3].


En lugar de dejarnos llevar por una religiosidad pasional que sólo se ha dedicado a bendecir guerras, deberíamos evitar la barbarie criminal que nos rodea armándonos del amor de Jesucristo y de la no violencia de Gandhi, para acallar a todos los que ensordecen el mundo a balazos, por una fe fanática de dos caras.




[1] Friedrich Nietzsche (1844-1900) Filosofo alemán
[2] RHADAKRISHANAN,S. Religión y sociedad. Compañía impresora Argentina S.A. Buenos Aires, 1955. p 16
[3] RHADAKRISHANAN,S. Religión y sociedad. Compañía impresora Argentina S.A. Buenos Aires, 1955. p19
[4] Jorge Santayana (Madrid 16 de Diciembre de 1863 – Roma 26 Septiembre de 1952), Filósofo, ensayista, poeta, y novelista.

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